domingo, 21 de diciembre de 2014

Fortaleza del Hacho - Lo que silencia sus muros

 
El Faro Digital.es - Francisco Sánchez Montoya 5/10/14
(Fragmento referido a la Guerra Civil)
 
En 1936 se planeó asaltar el Hacho
Otro de los sucesos que guardan la historia de la Fortaleza del Monte Hacho, fue la planificación de un asalto a sus dependencias y liberar a los presos que fueron detenidos tras el golpe de 1936, sus celdas se llenaron de políticos, sindicalistas y militares que están contra la sublevación.

Tras leer un voluminoso consejo de guerra, he tenido acceso, a uno de los sucesos más ignorados en Ceuta. Consabido es que la tropa, en gran número, estaba contra el golpe, varios soldados de artillería y automovilismo intentaron abortar la sublevación. La fecha elegida para el asalto estaría en torno al 15 de agosto de 1936. Los jefes de este complot, eran el cabo de automovilismo Julián del Barrio y el soldado Urbano Bautista, su disconformidad con sus jefes fue evidente, en un primer momento intentaron concienciar a sus compañeros y realizaron dos tipos de octavillas escritas a mano, una contra sus jefes y la otra dirigida al pueblo de Ceuta, tal y como se refleja en el consejo de guerra.

Otro de los implicados el joven soldado Jesús López trabajaba en las oficinas de automovilismo y fue el encargado de realizar algunas copias en máquina de escribir. Tras tener, realizadas numerosas octavillas se las entregaron al soldado ceutí Manuel Sevilla, de 19 años y vecino de la popular barriada del Sardinero, antes de ser fusilado explicó en el consejo de guerra como se hizo la entrega: “… Si entregué unas octavillas al soldado de artillería que estaba de centinela en el muelle de la Puntilla. El encabezamiento de las octavillas decía: …Soldados, rebelarse contra vuestros jefes, contra el Facio nos tenemos que unir todos».

Una vez que ya han conseguido la adhesión de varios cabos y soldados, organizaron una reunión en la chatarrería del cuartel de automovilismo. A este llamamiento asisten los cabos Julián Del Barrio, Secundido Valdés, los soldados Higinio Guerrero, Regino Oset, José Crespo y Francisco Juan López, y acordaron la planificación del asalto a la fortaleza del Hacho, para liberar a los presos políticos.  El soldado de artillería José María Castillo Ramírez, explicó en el consejo de Guerra cómo se preparó el asalto: «El telefonista de la fortaleza del monte Hacho, Navarro, me dijo que había un complot formado entre soldados de Artillería y Automovilismo para asaltar la Fortaleza y encerrar a los oficiales y liberar a los presos. Me preguntó si conocía algunos soldados que estaban de servicio dentro del Hacho, o al llavero de la “Puerta Ceuta” y si con tres ametralladoras se podía batir a la tropa que allí había. Me encontré con Joaquín Lluch y otros dos y el primero le repitió las mismas cosas que a Navarro, tanto Lluch como los otros dos le daban la razón y decían que la cosa era fácil. El jefe de este complot era el sargento Morales, que le había dicho a Carbonell que todavía no era tiempo de sublevarse, pues había mucha fuerza del Tercio y Regulares. Al salir del Regimiento me encontré con el soldado de automovilismo Viernes quien me dijo si estaba enterado del asalto y que todo estaba preparado para el 15 de agosto».

El encargado de ultimar este asalto fue el soldado de automovilismo José Viernes quien habló con el soldado de artillería Castillo, para pedirle la posibilidad de coger tres ametralladoras de su cuartel. Otro de los implicados, el artillero Juan Persiva, habló con el soldado destinado en la fortaleza Juan Costa Jiménez, para que hiciera propaganda dentro de las dependencias del Hacho, y no les disparasen cuando vayan a tomarlo. Contactaron con los paisanos, Salvador Peña Guerrero, Tomas Aguilar Rodríguez, Pedro Clavijo Rodríguez y Salvador Gutiérrez.

Cuando faltan pocos días para el asalto, las octavillas llegan a manos de sus jefes. En pocas horas todos son detenidos. El 19 de agosto en el Cuartel de Artillería situado en la Plaza de África, bajo la presidencia del Teniente Coronel Peris Vargas se celebró el consejo de guerra, los miembros del tribunal son implacables y tras varias horas se dictaminó condenar a la pena de muerte a los cabos de automovilismo Julián del Barrio, Secundido Valdés y los soldados Urbano Bautista y el joven ceutí Manuel Sevilla García, el soldado de Artillería, José Cortes y los demás a 30 años de cárcel. A las siete de la mañana del 24 de agosto de 1936, fueron trasladados a la playa del Tarajal y fusilados. El sargento de Artillería, también implicado en los preparativos Miguel Hernández Morales, fue fusilado en el mismo lugar el 30 de septiembre de 1936.

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