lunes, 16 de noviembre de 2015

El Auschwitz de Fuerteventura

Montaje fotográfico realizado en la Central de Observación de la Dirección de Prisiones, donde se estudiaba y calisificaba a los reclusos. Imagen: Tusquets. Foto de jotdown.es en

Gais, lesbianas y transgénero durante el franquismo

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Aún son pocos los que conocen la historia, pero durante la represión franquista un centenar de homosexuales fueron confinados en un campo de concentración en Tefía, en donde sufrieron todo tipo de vejaciones. Ahora se les rinde homenaje
 
El Día.es 18/may/08 - G. Maestre, S/C de Tenerife
Ahora que la homosexualidad cada día que pasa se esconde menos. Ahora que los hombres y las mujeres que lo deseen se pueden casar con personas de su mismo sexo o simplemente vivir su relación como cualquier otra pareja. Ahora que los gays y las lesbianas viven un momento de aceptación y normalización social creciente después de siglos de tópicos, rechazos y estigmatización. Ahora, y sólo ahora, historias como las que sucedieron en el campo de concentración de Tefía, en Fuerteventura, encuentran la oportunidad para salir a la luz y poner de manifiesto la persecución y el drama que los homosexuales de las Islas tuvieron que vivir durante el franquismo sin que prácticamente lo supiera nadie.

En Tefía estuvieron confinados alrededor de 80 canarios, a los que la autoridad competente, y en la mayor parte de las veces sin haber celebrado un juicio, condenó a trabajos forzados en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes y de Peligrosidad y Rehabilitación Social.

Ahora siguen siendo muy pocos los que se atreven a reconocer su paso por aquel terrible lugar que era una mezcla de campo de concentración y penitenciaría, pero no es para menos si se tiene en cuenta lo que tuvieron que pasar por su inclinación sexual.

"Pasé hambre, miseria, llanto, sufrimiento y mucho más", recuerda Octavio García, uno de los pocos que han tenido coraje para dar un paso adelante y decir sin tapujos ni vergüenza de ninguna clase que "soy maricón, y digo maricón porque a mis 78 años eso de gay u homosexual es muy moderno y yo no me identifico. A veces pienso en que no sé cómo pude salir vivo de Tefía, pero también creo que he podido disfrutar después de la vida porque no me he ocultado, no me he negado, y lo que sí he hecho es ser muy recatado y sencillo. Nunca me ha gustado la ostentación ni el escándalo y sí el decoro".

Y es que hay quien puede considerar exagerado denominar a Tefía como un centro de concentración, pero García es el primero que defiende que así sea, "porque allí nos daban una comida al día y nos tenían haciendo trabajos forzados de sol a sol, sobre todo cargando agua de un pozo y llenando bidones con agua salobre, que era la que nos daban de beber. Yo creo que la gente conoce más los campos de concentración nazis, pero en Canarias teníamos Tefía y yo creo que era igual que Auschwitz".

Incluso los trabajadores del lugar parece que en poco se diferenciaban de los temibles nazis de los que todos hemos oído hablar, ya que "aquellos funcionarios eran peores que las hienas. Nos maltrataban, nos obligaban a ponernos firmes y a cantar el "Cara al sol" con el brazo firme, y los días de ducha, por supuesto eran de agua fría y muy de vez en cuando, cortaban el agua cuando nos estábamos enjabonando y obligarnos a quedarnos así".

Respecto al régimen alimenticio de nuevo aparecen conmovedoras analogías con los alemanes, ya que García recuerda con cierta repugnancia que "nos daban escaldones de gofio con cebollas y sin aceite, o chícharos llenos de gorgojos o batatas enraizadas. Nosotros cerrábamos los ojos y nos lo comíamos porque es que si no nos moríamos. Recuerdo que un buen amigo que hice allí y que se llamaba Manuel Santana entró con 84 kilos y salió pensando poco más de 50. Creo que si realmente allí no murió nadie fue porque el plazo máximo de estancia era de tres años".

Y es que Octavio tuvo la suerte, si se puede decir que eso fue suerte, de que su confinamiento duró 16 meses. "Yo había estudiado en colegio de curas y monjas y conocía muy bien el catecismo, por lo que me dediqué a ayudar a formar en la Fe a mis compañeros", y parece que fue precisamente eso lo que me ayudó a salir antes de aquel lugar primero y a superar el trauma después.

"Mi fuerza para aguantar todo esto fue mi propio interior, mi Fe en Dios. Recuerdo que siempre tenía en la cabeza aquella frase de que Lo que tiene que suceder, sucederá y nadie lo remediará, realmente eso me calmaba".

Y es que pese a tanto sufrimiento y dolor, García se ratificó en sus creencias católicas, "aunque no soy practicante, pero lo único que le pido a Dios es que nunca, nunca jamás en la vida, vuelva a haber un sitio como aquel, porque nada de lo que yo diga hará que la gente sepa realmente lo que allí pasó".
Cabe recordar que Tefía se abrió como lugar de rehabilitación para "desviados" poco después de que terminara la Segunda Guerra Mundial y una década después de la Guerra Civil Española. "Eran tiempos terriblemente difíciles para todos y aunque acreditaras que estabas trabajando y que eras una personas decente, les daba igual y te mandaban para allá", recuerda García, al tiempo que se entristece al decir que "lo pasé muy mal porque me vi muy solo y mi madre, que era una mujer muy dura, ni siquiera fue a verme".

Resarcimiento oficial
Si por algo es conocido Octavio es por ser una de las pocas víctimas de Tefía que fue indemnizada por el Gobierno con algo más de 12.000 euros. "Lo que sucede es que muchos de los que estuvieron allí luego se casaron y tuvieron hijos para no tener más problemas y, claro, ahora no les van a decir a sus familias que estuvieron encarcelados por ser maricones. No obstante, alguno de ellos que se enteró de que yo había cobrado me llamó para que le explicara que era lo que tenía que hacer. En este punto quiero reivindicar la figura de Juanito, el pionero del carnaval, que lo mandaron allí con 18 años y permaneció allí tres años. Luchó mucho para que nos indemnizaran por tanto sufrimiento".

Pero además de lo que pudo haber cobrado o no, la verdadera satisfacción de Octavio García hoy está en el cariño y sobre todo en el respeto que recibe de la gente. "Hoy me siento tan arropado que puedo volver a Tefía, pese a que me es muy doloroso, pero tengo que ir y allí estaré".

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